jueves, 16 de marzo de 2017

La cueva de los sueños...

  Es increíble cómo puede pasar el tiempo, a veces denso y lento como lodo y otras veces, como si la velocidad de la luz tan sólo fuera una de tantas cosas que se quedan en el camino, mientras corremos por la vida sin detenernos a hacer lo que más nos gusta, tan solo por vivir...
  Así que para no darle gusto a la vida de dejarme arrastrar con sus prisas, ahora hago una pausa y tomo de ella este espacio, para regalarme en un día tan especial, el momento de escribir un poco, de disfrutar despacio de lo que me gusta y compartir arte e historia, tan solo para dar color a la primavera que se acerca.
  La pintura ha sido un tema vigente toda mi vida, desde el significado más elemental hasta el más artístico, los colores se mantienen a cada paso y me es inevitable hacer referencia al arte de la pincelada en cualquier oportunidad posible; por lo que mirar al pasado en la historia de la humanidad y buscar sus inicios me ha resultado de gran interés.
Y mientras la mente se inunda de imágenes cubistas, impresionistas... vanguardistas, quiero saborear más el inicio de la expresión gráfica, así que dejando de lado a Picasso y Dalí, observo más allá, donde los sentimientos salían por las manos en su expresión más natural del arte y entonces me alejo en el tiempo hacia la prehistoria y sin mayor reconocimiento pero con gran dedicación, me dejo sorprender por obras tan admirables como cualquiera que en la actualidad se precie de todo título, experiencia y eficacia con la técnica.
  Me refiero a la sencillez plasmada con materiales tan limitados como el óxido de hierro y la arcilla sobre rocas que van de los 30,000 a los 8,000 antes de nuestra era y que aún sin tener en claro lo que es el concepto artístico, hoy no dejan de admirarnos dejando de lado las palabras para simplemente, compartir el sentimiento y la emoción que representa cada línea.
  Sorprende gratamente ver los trazos de aquellos hombres de la antigüedad, que sin tener las herramientas o una preparación técnica sobre el arte de la pintura, lograran manifestar tanto y con tan poco; es entonces que sin querer hacer menos a cada una de las pinturas rupestres que existen en el planeta, quiero hacer mención a un espacio en particular: La Cueva de Chauvet en Francia, hoy más conocida como "La cueva de los sueños olvidados" gracias al cineasta Werner Herzog.
  Su película muestra a través de un documental, el espacio mágico, que perdido por milenios entre las rocas, debió haber pertenecido a un campo abierto donde animales salvajes corrieran, tomaran del agua de sus ríos y convivieran de una manera en la que ya nos resulta imposible, con el hombre; ese hombre tan rústico y elemental como se podía ser en durante el pleistoceno, y al mismo tiempo tan sensible como cualquier artista sin tiempo ni fecha.
  La cueva de Chauvet fue descubierta en 1994 y después de muchos trabajos físicos y científicos, se pudo ingresar a ella, abriendo un sorprendente portal al pasado, fue como abrir un antiguo libro que devela a cada paso toneladas de historia propias de su edad, una historia nunca escrita, nunca hablada, pero heredada a la humanidad por medio del arte de la pintura.
 Estas cavernas habían dejado resguardadas cientos de pinturas en perfecto estado, junto con restos fosilizados de seres que sin hablar son capaces de narrar el paso de los años sobre sus huesos; y es tan sólo un pequeño grupo de investigadores, especialistas y científicos, que han podido ingresar a ella, mientras que el resto de simples mortales permanecemos acá, en el mundo exterior, esperando un poco más de lo que ellos nos puedan contar.
  Entonces, aquí a la distancia agradecemos el documental, los informes y las imágenes compartidas para poder disfrutar de esta expresión tan pura, tan artística, tan emocionante, aún antes de que el hombre supiera hacer uso de un lenguaje, demostrando que como seres humanos siempre tenemos algo hermoso que compartir!