Arquitectura, cultura y tradición: Coco

Hooooola Mundo, lo sé, este año ha sido el menos publicado, es una enorme pena porque eso de abandonar un sitio favorito, para nadie debe ser lindo; así es la vida. 2017 se ha empeñado en mantenerme lejos de las letras y más que cerca de un lápiz y un restirador, cosa que no me molesta del todo pero si rompe mi corazón no poder mantener el ritmo adecuado en un espacio tan importante para mi.  

     Es así, con el corazón roto, terribles pérdidas y situaciones extremas que este año ha ofrecido, que de pronto me encuentro, ya en los últimos meses, colocando la tradicional ofrenda del día de muertos (tan celebrado en mi México) y poniendo en ella una foto que podía apostar, pasarían muchos, muchos años para que ella estuviera ahí, aun no me lo creo cuando veo su sonrisa, cuando apenas 15 días antes de su despedida ella estuvo aquí, a mi lado celebrando una fecha importante, vestida de fiesta y con un ánimo maravilloso, nunca enferma, siempre fuerte...  Pero no estoy aquí para hablar de esas jugadas chuecas que nos hace la vida y uno solamente puede mirar al cielo para recordar que somos historia, piezas de diferentes rompecabezas que vamos armando con el corazón y los grandes recuerdos de quienes nos precedieron; y hoy frente al ordenador me dispongo a mirar a través del celuloide uno de los más grandes éxitos del momento.  Ya sea por la conmemoración nacional a nuestros muertos, como por la temática, el gran trabajo de investigación, la sorprendente animación y todos los detalles que caracterizan a la firma Pixar como una gran productora fílmica, y por supuesto sin faltar en ella todos los cameos a los que ya nos tiene acostumbrados y disfrutamos tanto en cada una de sus producciones.

     Así pues, de pronto y sin planearlo mucho me encuentro en una sala de cine, disfrutando de aquella a la que estaba predispuesta a soltar el llanto, cosa que no es fácil (lo reconozco), pero que si creí lograrlo, ya que todos los elementos se reunían casi mágicamente para vulnerar mi alma; en fin, NO, no lloré  y a pesar de ello, sigo considerando a los creadores de Pixar como grandes artistas que saben tocar la sensibilidad humana y a quienes se les agradece la investigación en torno a la cultura y tradición de una fecha tan importante en México.  Y bien, aquí es donde cabe mencionar la importancia de elementos como los alebrijes, que a pesar de su contemporaneidad, vienen bien en la temática artesanal, el xoloescuincle que representa al fiel compañero en vida y más allá de la muerte, en el paso al mictlán: morada eterna...  ya entrados en tema, pues si, es de esos sitios maravillosos que nos ofrece la película de lo que hoy quiero hablar.

     Como ya había mencionado antes, hoy más que en los últimos años me encuentro muy cercana al tema de la Arquitectura y por lo tanto, me resulta inevitable recurrir a los referentes más compaginados al arte del diseño y la construcción en toda actividad cotidiana, así que ahí frente a la gran pantalla, resulta que de pronto son evidentes las semejanzas con pueblos michoacanos, oaxaqueños, ciudades como Guanajuato y por supuesto Ciudad de México, encontrando detalles en el pueblo de "Santa Cecilia" (lugar donde se desarrolla la historia), que se presenta una iglesia muy parecida (casi igual) a la de San Juan Parangaricutiro, si, aquella que quedó prácticamente sepultada en lava junto con el pueblo michoacano que vio nacer su volcán; las calles, indudablemente hacen referencia a las de Guanajuato, nuevamente Michoacán y Oaxaca.  Sin faltar, por supuesto toda la tradición en torno al Día de Muertos en cada una de estas regiones mexicanas, pues son sus cementerios, los más tradicionales y llenos de magia, los que atraen con su color, aroma y sentimiento a propios y extraños, conste que no quiero hacer menos a ningún otro cementerio de nuestro país, ya que el 2 de noviembre, por muy grande e imponente, así como los más pequeños y casi desconocidos panteones de México, en cada uno de ellos se celebra una fiesta de gran relevancia, con todo el cariño y honor que se merecen nuestros antepasados; sirviendo de inspiración el poblado de Mixquic (CdMx), reconocido por sus coloridas fiestas.

    Pero, qué tal el Mictán, esa megalópolis que a mi gusto resultó exagerada y muy al estilo de los Supersónicos, pero que queriendo entender ¿dónde cabrían tantos muertos en la historia de la humanidad? pues definitivamente el lugar les quedó corto.  Es esa inmensa masa de edificaciones unas sobre otras, que transportan de época en época a través de puentes (muy similares a nuestros acueductos), calles y callejones, con gran facilidad, al tiempo que muestran una gama cultural insertada en nuestro ADN evidenciando la riqueza de los mexicanos: el amor a la familia, a las tradiciones, a la tierra.  Y es ahí donde saltan a la vista edificios que han construido nuestra historia, desde las pirámides con detalles mesoamericanos, así como aquellos que fueron parte de la fusión de dos mundos y plasmaron su esencia ya en el siglo pasado, como el Palacio Postal (1902-1907 CdMx), que presume vitrales, herrería, pisos en mármol y escaleras monumentales (construcción ecléctica), elementos representados en la Gran Estación, por llamar de algún modo el lugar de llegadas y salidas del inframundo, sin duda un bonito homenaje a tan bello edificio, obra del arquitecto italiano Adamo Boari realizada por el ingeniero mexicano Gonzalo Garita, con sus oficinas ambientadas entre las décadas de 1940 y 1950 en ese México del Cine de Oro, sus artistas convertidos en leyenda y una herencia pintada con matices que hacen de la historia mexicana toda una aventura... una aventura recorrida en tranvía, cantada con mariachi y coloreada por Frida Kahlo, sin que falte la evidente presencia del José Guadalupe Posada, el más distinguido grabador e ilustrador de Aguascalientes, inmortalizado gracias a su"Catrina" y el reconocido trabajo inspirado en la muerte mexicana, esa de la que todos nos reímos, hacemos broma, tememos y gozamos al mismo tiempo.  Plazas, calles empedradas, comida típica, puestos, ropa, expresiones: un conjunto maravilloso que ha dejado un agradable sabor de boca, muchas sonrisas (hasta carcajadas, porque así somos los mexicanos), lindos recuerdos y seguramente una buena razón para mantener las tradiciones más vivas que nunca. Bien por Pixar, por los productores e investigadores y por cada abuela con su mandil, a toda matriarca mexicana y sus memorables"chanclazos", a cada uno de los detalles que nos recuerdan lo bello que es ser mexicano!