Subiendo hacia la cúspide de la semana y en la víspera de su ecuador, les comparto este pedacito de mi libro, relacionado con la adolescencia y esos cambios tan importantes que solemos llamar como "la edad de la punzada".
Entre los 12 y los 25 años el
cerebro se reorganiza
fortaleciendo y enriqueciendo las fibras que lo conforman, desde las zonas encargadas
de las funciones más básicas y antiguas cercanas
al tallo cerebral (como la vista y el movimiento) hasta la parte frontal encargada de las
funciones más complejas como el lenguaje. El cerebro se fortalece y adapta para las
funciones que tendrá toda la vida. La materia blanca o mielina cubre
gradualmente las fibras nerviosas de las neuronas (axones), encargadas
de la comunicación, aumentando hasta 100 veces su
velocidad de trasmisión. Las dendritas, encargadas
de recibir los mensajes de los axones cercanos fortalecen y acrecientan sus ramas para lograr una comunicación química más efectiva (sinapsis); mientras
que otras ramificaciones menos utilizadas, se eliminan. Así la capa exterior o materia gris, que permite gran parte de
los pensamientos conscientes y complejos, se vuelve más delgada y más eficiente.
El
cuerpo calloso engrosa y establece fuertes conexiones entre el hipotálamo y las áreas frontales,
integrando la memoria
y la
experiencia
a
las decisiones de la vida.
El desarrollo del sistema nervioso neuronal produce cansancio y estrés, las emociones fuertes
y el riesgo por lo inusual durante la adolescencia aporta intensas sensaciones y excitación neuronal, por lo que se mantienen en la búsqueda de sensaciones impulsivas, conocen los riesgos
pero valoran más el placer que las consecuencias, utilizan las mismas estrategias cognitivas que los adultos, pero les interesa la recompensa
por el peligro y el reconocimiento social, ya que todo rechazo es interpretado como una agresión física y emocional.
La adolescencia muestra seres vulnerables, irritables y emotivos, pero también los más adaptativos del planeta. El
desarrollo cerebral se manifiesta en un mejor comportamiento social y mejor equilibrio
emocional, estableciendo metas, intereses
personales y mayor sensatez. El cerebro adolescente alcanza mayor sensibilidad a la dopamina, que favorece el
aprendizaje de patrones y la toma de decisiones, ofrece mayor receptividad por
las recompensas y emociones. La oxitocina o molécula del amor, hace gratificante la convivencia,
estableciendo relaciones de confianza y generosidad. Al
activar repetidamente la dopamina, se
activa la oxitocina y viceversa, generando mucha sensibilidad de
reacción hormonal activada por las emociones, recompensas y riesgo. Gracias a estas adaptaciones la
humanidad se esparció por el mundo con gran facilidad, evitando su extinción
a causa del miedo a explorar nuevos lugares.
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